domingo, 14 de marzo de 2010

Orgasmos, Bestialidad y Humanidad (ó De Viaje Por TWENTYNINE PALMS)


"Twentynine Palms" del director Francés Bruno Dumont, es una obra de encantadora crudeza y es tan humana, que te hace sentir incómodo.

La película recoge las andanzas de David, un fotógrafo independiente en búsqueda de locaciones en 29 Palms, California. A su lado viaja Katia, su linda amante Rusa-Francesa. Él habla inglés. Ella sólo habla francés. En este viaje se descubren capaces de los más auténticos gestos dulces; de crear las más estúpidas tensiones entre ellos; de curar el aburrimiento con sexo primitivo y urgente; y también de tolerarse y seguir adelante.
Bruno Dumont elige contarnos esta extraña historia con una economía de estilo que recuerda al cine del Mexicano Carlos Reygadas.

Los planos largas no se sienten pretenciosos, sino que son lógicos y orgánicos a los temas que se tocan en tan visual película.
El film habla sobre el humano y sus pasiones. Se encarga de explorar éstos temas sin ningún tipo de maquillaje y con un perfecto voyeurismo. De hecho, el filme está rodado de forma que el espectador se siente como el más talentoso y poderoso voyeurista: Dios.

Estamos ante una pareja que podría ser la última sobre la Tierra. Ellos caminan desnudos ante la inmensidad y aridez del paisaje del sudoeste Estadounidense. Ellos hacen el amor en donde se presente la ocasión y dónde sea que el aburrimiento los supere: en el desierto, en la alberca, en el cuarto de motel barato.
Existe en todas sus interacciones una especie de egoísmo emocional por parte de David. Es un ser que se comporta como depredador, como un cocodrilo al acecho, quejándose de los defectos de su extraña amante y en muchas ocasiones, forzándola a tener sexo bajo sus condiciones.

David es, en muchos sentidos, la materialización del humano como animal ni más inteligente, ni menos foráneo. Y la exploración de esos cuerpos desnudos, tan imperfectos, tan humanos y sin maquillajes nos demuestran qué tan alienados estamos de nuestra propia superficie.


"Twentynine Palms" se mueve lentamente por sus casi dos horas de duración. Es un filme paisajista. Es un filme que nos demuestra nuestra fragilidad e insignificancia ante lo imponente, hermoso y extrañamente siniestro de la naturaleza. Se va afianzando poco a poco en el espectador. Lo deja acostumbrarse, incluso aburrirse, y cuando menos lo esperamos, nos llega una resolución que va en contra de todas las expectativas generadas (si es que genera alguna...) y se siente, literalmente, como ese momento de confusión/horror/alivio que tenemos al despertar de una pesadilla.


Lo que logra "Twentynine Palms" de forma contundente y efectivísima, es aterrorizar al espectador. Pocas películas lo logran, y grandes clásicos se cuentan entre esos pocos filmes. La sensación que te llevas al final del viaje es de incomodidad. Es de esas películas que te llevan a la ridícula pregunta de "¿es acaso correcto que me guste lo que acabo de ver?" "¿Será ético recomendarla a mis conocidos?" Sí. Es una película que genera muchas más preguntas que respuestas.

Y te deja una muy aguda sensación. Pero es una sensación que se siente tan extraña como tú mismo y como la experiencia por la que acabas de pasar.

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FOTO: http://www.offoffoff.com